El propósito de encontrar un propósito

Desde siempre, encontrarle un sentido a la vida ha sido y es una de las grandes preocupaciones del ser humano. Se trata de una reflexión que, tarde o temprano, todos nos hacemos en algún momento vital, especialmente en aquellos puntos de inflexión en los que uno hace balance y se plantea si está yendo en la dirección correcta. Hasta tal punto la cuestión de encontrarle un propósito último a la propia existencia ha sido históricamente una cuestión capital para para el ser humano, que una de las razones de ser de las religiones ha sido, precisamente, la de recoger estas inquietudes y ayudar a canalizarlas.

Sin embargo, no ha sido sino hasta hace unos pocos años cuando la búsqueda del propósito ha saltado a los ámbitos laborales. Primero a nivel personal, de los empleados, una vez que han empezado a ver su trabajo no como una faceta instrumental o una dimensión secundaria de sus vidas, sino como una parte fundamental de su identidad. Somos lo que hacemos, y ese cambio de enfoque nos lleva automáticamente a buscar un sentido a nuestro trabajo como parte esencial de nuestro desarrollo personal.

Y de ahí se ha dado el salto a las empresas. Y es que las compañías se han dado cuenta de dos cosas fundamentales. La primera es que si sus empleados necesitan encontrar un sentido a su trabajo, lo primero que van a hacer en mirar en su dirección y hacer un ejercicio de comparación. Van a analizar si sus propios valores e intereses como individuos están alineados con los de la empresa en la que prestan sus servicios profesionales. Y en caso de que no se produzca esa alineación, ambos van a tener un problema.

La segunda cosa de la que se han dado cuenta las empresas es de que las personas ya no quieren relacionarse con entidades impersonales que se limiten a comercializan productos y servicios. Las personas quieren relacionarse con otras personas, personas que trabajan en empresas y las representan. Aquellas compañías que fracasen a la hora de conectar a nivel humano con sus clientes están condenadas a la desaparición.

A partir de estos dos descubrimientos las compañías empezaron buscar un sentido a su propia existencia. No podía ser que todo se redujera a ganar dinero y pagar unas cuentas nominas. Tenía que haber algo más.  Surgieron así la misión, la visión, la cultura y una serie de valores que dieran forma a unas empresas más humanas y conectadas con su entorno.

La búsqueda un propósito empresarial se ha convertido en un pilar central de toda estrategia empresarial, ya que de ella dimana una guía que moviliza todo lo demás. La definición del propósito ha de ser clara, concisa, honesta y lo bastante ambiciosa como para permitir a los miembros de la organización sentirse identificados y orgullosos de su contribución. El propósito de Google, por ejemplo, es “organizar la información del mundo y hacerla universalmente accesible y útil”. Nada más y nada menos.

El propósito es una brújula que, en caso de tormenta, ayuda a encontrar la dirección. De encontrarle el sentido a un trabajo que forma parte de nuestra vida.