Organizaciones “IN”: inactivas o con iniciativa. De sus líderes depende…

Escrito por Fernando Botella, CEO de Think&Action

Dejémonos de eufemismos. La situación es incierta, preocupante, desconcertante… Vivimos tiempos nuevos, de drásticos y veloces cambios. El entorno empresarial es cada vez más complejo y dinámico; todo se ha vuelto efímero. Los niveles de competitividad y exigencia han aumentando de manera drástica, mientras que con los recursos ha sucedido todo lo contrario…¡Es verdad! Todo esto es verdad, no nos podemos engañar. Ahora bien, igual de cierto es que ante esta situación -como ante cualquier otra situación que se presenta en la vida- sólo existen dos opciones: la de la resignación o, por el contrario, la de la búsqueda de alternativas y soluciones. La de la inacción o la de la iniciativa.

La resignación es una actitud fatalista, que paraliza y ancla al pasado. Desde la resignación uno se adentra en el valle de las excusas y de la inacción, y se condena a desaparecer. La parálisis está entre las enfermedades organizacionales más graves y mortales. Por el contrario, el camino de la iniciativa significa acción y búsqueda de oportunidades, considerar que siempre hay algo que se puede hacer y que cualquier decisión es mejor a esconder la cabeza y esperar…

Hay muchas excusas para no hacer, comenzábamos este artículo enumerando algunas, y una sola para hacer: escapar a la desaparición. Porque lo único que llega desde la espera es la nada. Las oportunidades no llegan por sí solas, hay que crearlas. Así que la elección parece sencilla. Aquellos negocios que deseen sobrevivir y seguir teniendo oportunidades, por muy difícil que el entorno sea, están obligados a tomar decisiones y llevarlas a la acción.

Éste es uno de los principales requisitos para las empresas y, sobre todo, para sus directivos, pues en estas épocas de mayor incertidumbre todas las miradas se centran en ellos buscando las claves para poder seguir a flote. Las organizaciones y sus personas necesitan más que nunca de sus líderes, que estos brillen e iluminen el rumbo hacia los nuevos horizontes, porque, como decía Henry Kissinger, “la labor de un líder es llevar a la gente de un sitio conocido a un sitio donde nunca han estado”. Y los tiempos actuales nos llevan hacia esos lugares completamente desconocidos.

Es por ello que si tuviéramos que resumir el liderazgo en tres funciones estas serían:

  • Gestión del cambio
  • Gestión de oportunidades
  • Gestión de conversaciones

Gestión del cambio

La vida en general y la vida de una organización no puede ser comprendida sin incertidumbre. Vivir significa cambiar y las empresas y sus managers tienen que estar preparadas para gestionar continuamente ese cambio y para que tanto sus estructuras, sus procesos, sus productos y servicios, y, sobre todo, sus equipos puedan adaptarse y prosperar en él.

No podemos esperar que el líder tenga respuestas para todo, mucho menos para lo desconocido. Pero las respuestas llegan cuando se plantean las preguntas adecuadas y eso sí que es una capacidad del liderazgo: la de cuestionarse todo, lo de fuera y lo de dentro, lo que está pasando, lo que se está haciendo, lo que se puede hacer (por mínimo que sea), y también lo que hay que dejar de hacer porque ya no da resultados. “Dirigir es hacer cosas correctamente, y liderar es hacer las cosas correctas”, aseguraba Peter Drucker, el considerado como padre del management moderno.

Uno de los principales atributos que definen a un buen líder es la búsqueda continua de nuevos modos de mejorar. En un escenario de cambio constante, “lo de siempre” ha dejado de dar resultados por lo que toca reinventarse, descubrir nuevos caminos por los que continuar, probar y experimentar, innovar, pensar de una manera diferente, generar nuevas ideas… El líder y las organizaciones de la década 2012-2022 se caracterizan por su actitud inquieta, por no aceptar lo tradicional como incuestionable, sino por creer que siempre se pueden hacer las cosas de otra forma. Es por ello que el liderazgo ya no sólo está basado en la gestión sino también en la experimentación. Porque lo inexplorado requiere de perseverancia y esfuerzo para probar, probar y probar diferentes opciones hasta encontrar la senda correcta, que no suele coincidir con la más rápida, inmediata o cómoda.

Gestión de oportunidades

Un líder está para gestionar el cambio actual pero también para anticipar futuro, para construirlo enfocando la compañía hacia aquello que aporta valor. Por mucho que lo inmediato y más cercano se complique, una organización no puede ser conducida nada más que con las luces de corto alcance, porque el éxito siempre se escribe en tiempo futuro. Sus directivos han de ser capaces de dar respuesta al presente, pero sin dejar de planificar el futuro. Porque el futuro se trabaja también en presente, con las decisiones que hoy se tomen. De la misma manera que hoy somos lo que decidimos ser en el pasado, el futuro depende de las decisiones y acciones que ahora realicemos. Por muy difícil que estén las cosas, un manager tiene que levantar la mirada de la situación actual y pensar hacia dónde quiere que su empresa se dirija. Trabajar creando futuro, soñando, marcando un objetivo –que no es más que fijar una fecha para ese sueño- y comprometiendo, impulsando y movilizando a toda la organización hacia su realización.

Gestión de conversaciones

Y no hay nada que una más que el poseer un propósito común, una idea de futuro colectiva por la que trabajar y aunar esfuerzos. La colaboración es un arma muy potente, y una de las herramientas más eficaces con las que cuenta un manager para conseguir implicar a sus equipos en ese proyecto común es la gestión de conversaciones. El líder exitoso no es un solitario, sino aquel que hace partícipes a sus equipos, que comparte, colabora y que escucha. Liderar significa gestionar, además de otras cosas, algo tan importante como son las conversaciones. La incertidumbre, el miedo y las resistencias se diluyen cuando hay confianza y cuando fluye la información, y es misión del manager reducir esas reticencias y miedos del equipo. Y, sobre todo, dotar a toda la organización de la confianza necesaria para abordar los cambios y resolver las dificultades, para aprender, colaborar y participar, y, sobre todo, dotarla también de la máxima ilusión por conquistar el futuro deseado. Es la chispa de la confianza y la ilusión la única que hace prender el fuego de la iniciativa. Así que, por encima de todo, un directivo ha de inyectar a su equipo la energía que impulsa a la acción y conseguir que ésta se mantenga en el tiempo. Porque el entusiasmo es, junto con la diversión, una de las energías que mueven a los seres humanos. Por eso es conveniente conseguir que esté presente en las empresas hoy, porque está muy relacionada con el compromiso, la perseverancia, el esfuerzo, la eficiencia y la eficacia, cinco ingredientes básicos para salir airosos del contexto actual.