Del Blog “Biología de la normalidad” de Fernando Botella, CEO de Think&Action
Quién no ha experimentado alguna vez la sensación de que algo está a punto de suceder? Nada parece indicarlo ni hay motivos objetivos a la vista que adviertan de la proximidad de ningún suceso, pero, aun así, tenemos la casi certeza de que algo, bueno o malo, se cierne sobre nosotros de manera inminente como un águila a punto de lanzarse en picado sobre su almuerzo. Se trata de una fugaz visión que hace que fijemos nuestra atención en algo que no ha sucedido todavía y que quizá no llegue a suceder nunca.
Hay muchas formas de llamar a este fenómeno: presentimiento, pálpito, corazonada… Y es sintomático que casi todas ellas estén de algún modo relacionadas con el plano emocional. En su acepción médica, un pálpito hace referencia a un incremento en la velocidad del latido del corazón. Un suceso que nos excita o una situación de tensión provocan que aumenta la presión sanguínea y se nos acelere el pulso. Y eso es exactamente lo que nos sucede cuando salta en nuestro interior esa especie de señal de alarma procedente del futuro. Porque, a diferencia de la intuición, que puede referirse también a un acontecimiento del pasado o del presente, el presentimiento se proyecta siempre en lo que está por acontecer, y eso lo convierte en un fenómeno aun más fascinante.
Probablemente la palabra más poderosa para referirse a este tipo de fenómenos sea premonición. Una premonición es la capacidad para percibir algo que no es visible todavía. En otras palabras, las premoniciones pertenecen al ámbito extrasensorial, terreno siempre resbaladizo a la hora de buscar explicaciones racionales. De hecho, ni la ciencia ni el mundo de lo paranormal acaban de echarle el guante a esta rara capacidad que nos pone en guardia frente a posibles sucesos venideros. Las premoniciones son un misterio de principio a fin, y en realidad aun no sabemos a ciencia cierta si su razón de ser se fundamenta en la causalidad –adivinamos porque acumulamos conocimiento y esto nos permite proyectar relaciones causa/efecto- o si son un mero producto del azar.
Y ya sabemos que nada resulta más atrayente para la ciencia que los misterios. Los científicos se han afanado en tratar de domar a los presentimientos, intentando explicar sus causas y mecanismos. Una de las teorías que se han lanzado en este sentido intenta ligar los pálpitos o corazonadas al subconsciente. Su argumento es el siguiente: mientras que el mundo consciente se desarrolla en una línea temporal perfectamente delimitada, nuestro yo inconsciente habita una dimensión ajena a cualquier cuadro de tiempo. Esta es la razón por la que dentro de esa esfera el futuro puede presentársenos en cualquier momento y forma.
Otros estudios localizan esa capacidad para anticipar el futuro en el lóbulo frontal derecho del cerebro, hogar de la creatividad. Se cree, de hecho, que las premoniciones son más frecuentes y fecundas en las personas creativas. Al fin y al cabo, la creatividad no es otra cosa que la capacidad para ver la realidad de manera desacostumbrada para así generar múltiples alternativas. Por eso las premoniciones tienen mucho que ver con las fantasías, con cosas que podrían suceder aunque no tengamos la seguridad de que eso vaya a ser así. En la literatura y el cine las premoniciones suelen asociarse a brujos y chamanes. No es raro, puesto que lo que hace a una persona candidata a experimentar estas visiones es su capacidad para ver realidades que para otros pasan inadvertidas. Sin embargo, sus sueños no tienen nada que ver con pócimas humeantes o danzas rituales, sino con una manera de pensar “fuera de la caja” que les permite anticipar caminos alternativos para interpretar una misma realidad. No son magos, son “precogniscentes”. Aunque eso es algo que veremos en la segunda parte de este post.
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